Yo solo tuve un secreto en toda mi vida.
Tú.
Deje aparcado el orgullo en doble fila, justo debajo de la ventana de tu cuarto.
Baje del coche, ese viejo escarabajo verde que tanto odiábamos y me fume un cigarrillo mientras contaba los ladrillos que separaban tu piso del suelo. Entretenimientos absurdos para no pensar que tu estas al otro lado de las paredes. A tres plantas, a unos cuantos palmos del suelo y que yo, en breves también estaría allí arriba.
Llevaba puesto un vestido de flores, cuando me mire al espejo antes de salir de casa me pareció una buena opción, ahora mismo solo me parece una manera de invocar a la primavera en pleno verano.
¡Que bien lo pasamos en primavera!
Abro la puerta del coche y miro el teléfono. No has llamado, ni me has enviado un mensaje. Me encanta.
Parece que no tienes ninguna prisa en verme, parece que yo tampoco, pero no es cierto.
Pienso en tocar el claxon, como en una de esas películas romanticonas que nunca vamos a ver juntos. Eso también me gusta. Los melodramas mejor para otros.
Recuerdo que llevo los tacones en el maletero y voy a la parte trasera del coche, me siento dentro del maletero, tiro la ceniza. Suspiro. No quiero subir, bueno en verdad quiero hacértelo desear, quiero que mires por la ventana buscándome, notar que tienes tantas ganas de que llegue como yo de estar a unos cuatrocientos cincuenta y dos ladrillos de esta acera llena de pisadas.
La gente me mira raro por la calle, supongo que yo también lo haría si viese a una mujer sentada dentro del maletero de su escarabajo verde con un cigarrillo en la mano y un zapato en la otra.
Nunca me gusto lo normal, creo que por eso me gustas tanto.
Suena el teléfono, pienso que podrías ser tu y sonrió de manera inconsciente, pero no. No eres tu.
Asi que finalmente me decido a subir, salgo del coche me bajo el vestido, cierro de lejos y me planto en tu portal.
Llamo a tu piso.
"Te estaba esperando".
Lo sabia.
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