martes, 14 de julio de 2015

Adelante

Ejercemos un peso abrumador

sobre nosotros mismos,
nos decimos que debemos hacer,
pensar, desear y conseguir.

Tenemos la estúpida manía
de comparar nuestra realidad
con la del resto,
pensando que a ellos
no les ha costado alguna cicatriz
estar donde están.

Esperamos,
con anhelo,
que nos pasen cosas maravillosas;
sentados en estaciones.
Viendo pasar trenes,
dejando autobuses marchar,
observando como la gente
vive su vida desde los balcones.

Queremos conseguir
todas las aspiraciones que nos marcan,
con la edad adecuada,
con el valor suficiente
y la entereza precisa
de quien sabe lo que cuesta un sueño
y no le importa.

Y nos olvidamos,
muchas veces
de querernos bien.
De sonreirnos más.
De aconsejarnos mejor.
De hacer lo que queremos hacer
por el hecho de desearlo.

Olvidamos nuestro derecho
de hostia continua,
de lunes de mierda,
de sábado llorando.

Dejamos
que la inexistente vida idílica de la masa
nos condicione y nos coarte la libertad.

Yo,
me niego a todo aquello
que nos impida evolucionar,
crecer, ascender.

Reniego de la vida prefijada,
de lo convencional.

Ojalá seas extraordinariamente tu.

Ojalá veas el potencial
de cada una de tus acciones,
algún día,
cuando nadie te este mirando;
pero todos te estén agradecidos.

Y ojalá sientas de vez en cuando
que la vida te ha echado una mano al hombro
para decirte que vale.

Tu también eres parte de esa masa feliz,
pero mejor.

Asique creeme cuando te digo
que eres perfecto.

Que solo nos falta
saber que queremos hacer en realidad
y luchar por ello.

Cueste lo que cueste.
Apueste quien apueste
y crea quien crea.

Porque tú
tienes la capacidad de hacer que las cosas funcionen
si tienes ilusión.

Tienes el valor para mandar todo lo que no te gusta a paseo.

Tienes las ganas suficientes,
solo te falta el empujón.

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