lunes, 23 de febrero de 2015

Febrero



Por si algún día no te reconoces,
sigo guardando tus rosas en mi mesilla de noche.

Si alguna vez
en este intento tuyo
de darnos a todos por perdidos
- y a ti el primero -
quieres volver
yo aún recuerdo
como solías reírte antes
cómo solías mirarme antes.

Quien eras
cuando eras tú quien ponía las reglas
y no todos nosotros

Cuando nos mentías a los demás,
pero jamás a ti mismo.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Perd(s)onas.

Déjame estar, por favor.
Déjame, pero no contigo.



Lo he decidido, me quedo.
Esta mañana me miré al espejo y si, me he reconocido.
He reconocido todo lo que he pasado y el frío que introduje en cada parte de este cuerpo.
Me he reconocido fuerte, me he visto volar, en definitiva me he visto.

Mirando atrás pude ver como siempre tuve una red,
mirando atrás nunca me falto dónde agarrarme y hoy eso es vértigo.

Ahora veo como cree mi jaula,
barrote a barrote
y entiendo los siete candados,
las siete pruebas de fuego,
las siete llaves escondidas.

Y he entendido que las guardé todas en el mismo sitio.
En ese sitio donde nunca deje que se asomase nadie.

¿Sabes cuando sientes que algo te viene muy grande? Pues yo no.
Yo no lo sabia hasta que llegaste tú y te asomaste.
Y encontraste todas esas malditas llaves con las que abrías cada candado.
Pero siempre hay una última prueba.

La gente,
así llamamos a esa masa gris que nos rodea,
esta cansada.
Cansada de pruebas,
cansada de cosas que suponen un esfuerzo.
La gente tira piedras sobre cualquier tejado.
La gente ya solo se cree gente.
Y es algo realmente triste.

Pero también estamos las personas,
las personas cansadas de la gente,
de la masa gris.

Las personas que un día decidimos decir que lo haríamos y lo hicimos.
De esa clase de personas que siempre han sido red,
que siempre han sabido hasta dónde y cuando.

De esa clase de gigantes.

De esa clase  que no quiere poner nombres ni etiquetas,
de los que son una montaña rusa porque un día decidieron divertirse,
de aquellos que gritarían al maldito invierno otro grado menos.

Conozco la fe que supone un esfuerzo
y el coste de gritar te necesito,
conozco la magia de esperar que vuelvan
incluso cuando no te has ido,
el poder el empujar
y de ser empujado,
conozco el recorrido que hace una lagrima
que cae por dolor
y la que vuela por ilusión.
Conozco y reconozco a todas esas sonrisas
que se mueven entre la masa gris.

Perdona.
No te había visto.
Estaba buscando un lugar más bonito donde quedarme.


Es que lo capullos cuando se abren,
se vuelven flores.

Y yo una vez leí que no había un lugar mas bonito donde quedarse
que una persona.