lunes, 17 de noviembre de 2014

Bala perdida

He visto la película de mi vida,
y si, acabo muriendo.



Me he pasado toda la vida pensando en los daños colaterales,
en el que pasaría si
incluso cuando no pasaba nada.

Y al final me he dado cuenta
de que todos los días
hay que ponerse las botas de lluvia
y saltar los charcos.
Para que al final del día te digan
que estas empapada
pero preciosa.

Una vez fuí veleta
una
sola
vez
Que nunca me ha gustado que sean otros quienes decidan
que flores debo pisar
antes de pincharme con sus espinas.

Casi nunca digo te necesito,
ni pido nada prestado;
no tengo pintalabios rojo,
pero si pintauñas.

Y dejaría que me robasen las fuerzas
si realmente quien lo hiciese
las necesitase.

Ya no lloro ciertas pérdidas, 
aprendí que, quien bien me quiere,
me dejaría ser,  siempre, yo misma
y reiría mil veces
antes de verme llorar.

Te he visto pararte en el felpudo
y mirar al timbre al menos tres veces.
Vuelve a ser el de siempre.
Quiero decir,
si vas a llamar a mi puerta,
más vale que entres.

Yo solo pretendía colgarme de una sonrisa
que no incitase al suicidio. 
Naufragar en esa lágrima
que cae después de una carcajada
y ser creadora de luz 
cuando se funden todas las bombillas.
Cuando ya, no queda nada.

Y quizás ser valor y pedirte modales,
que rompas mi vajilla
antes que hacerme daño.
Que por mucho que te quiera
el corazón sigue siendo mio.
Es lo único que no comparto. 

Que a base de pisotones
una,
algún día, 
acaba bailando.

Que dicen que cuando tiras un vaso,
da igual si esta medio lleno
o medio vacio.
Lo que es una verdadera mierda
es que no lo tires por coger algo mas grande.
Que no lo tires por cogerme la mano.

Que dicen que correr es de cobardes,
pero es depende mucho hacia donde lo hagas.

Y la última vez que lo hice
no recuerdo si tome
la dirección equivocada. 

Que a veces sólo te queda una bala
y muy poquitas ganas de gastarla.