viernes, 1 de agosto de 2014

Ante el peligro, tu.

Querías ser el rey del mundo ya solo con cinco años
y jamás he visto a nadie que se te ponga por delante.

Tenias solo una peonza y la cabeza llena de ilusiones.

Me decias que mi sueño era enamorarme de un poeta
que jamás me usase de musa,
que el día que alguien ordenase mis pensamientos se perdería en ellos,
que ojalá nadie tuviese el valor
o la desfachatez de hacerlo.

Una vez me regalaste un avión de papel
y me gritaste por no querer echarlo a volar,
me dijiste que en esta vida cada cosa tiene su deber
y que no había que ser egoísta.

Que quien bien te quiere no te hará llorar, ni reír,
que quien bien me quisiese me dejaría ser, siempre, yo misma.

Y yo jamás me atrevi a llevarte la contraria,
nunca,
en nada.

Por eso de que nadie se te ponía por delante.

Yo solo sabia ser una chica que ansiaba correr campo a traves,
rodeada de girasoles
y solo dijiste que si alguna vez entrase en uno
todas las flores se voltearían a mirarme,
por eso de que brillaba con luz propia.

Y entonces ya solo hubo un silencio.

Un silencio que nos dejaba rellenar las horas a nuestro antojo,
así que volcamos todas nuestras ilusiones en un solo segundo
que se tradujo en una vida de secretos
para el resto.

Porque nadie entendia
como dos personas podían quererse tanto 
de un modo tan sencillo
como nosotros.

Nos envidiaban
al igual que yo te envidie desde los cinco años.

Y un día se me ocurrió ponerme delante.

Un abril,
yo,
me puse delante tuyo.

Y entonces si,
ese día si que se giraron todos los puñeteros girasoles.




No hay comentarios:

Publicar un comentario