sábado, 24 de mayo de 2014

Y tenemos todo el tiempo del mundo


Puede que de tanto ser hogar,
ahora solo sea isla,
tierra de nadie.
Puede que de tanto inspirar
solo sea oxigeno
y por eso mueran todas mis plantas.
Puede que me sienta feliz en Madrid
porque las dos estamos igual de contaminadas.
Puede que haya dejado de pedir una bola del mundo
porque ya no quiero medir distancias con los dedos,
...puede que ahora me niegue a las distancias.
Por que yo que se,
los días pasan
y Finisterre ya no es el fin del mundo,
ni aquel banco del parque el centro del universo.
Pero nadie sabe donde demonios te has metido tu.

Ayer pensé que ciertos amores necesitan una apertura de ojos,
de mente o de piernas para seguir funcionando.
Que a veces no vale con el “cuestión de suerte”
Porque a veces es solo cuestión de miedo,
de perder el estomago en vez del culo,
de desanudar la garganta para atar los nervios,
de pararse cuando solo quieres echar a correr

Hoy me ha dado por pensar en el miedo,
en ese maldito miedo irracional
que no nos permite hacer las cosas que realmente queremos.
La clase de miedo que siente
Pedro cuando alguien le importa,
o el que siente Ana
cuando se encuentra sola.
Hablo de ese sentimiento
que no permitirá bucear a Daniela
ni ser feliz a nadie.

Por que la humanidad tiene una extraña forma de hacer las cosas
y denominarlo destino.
De ponernos en el camino un montón de piedras de un color precioso,
piedras enormes sobre las que abalanzarnos sin miedo,
que nos aterrará soltar después.
Piedras sobre las que caeremos
y nos harán sangrar
que nos marcarán…

Una vez leí que no debíamos temer a las cicatrices,
que eran la señal de que seguíamos vivos.
Y hoy,
varias cicatrices después
me gusta pensar que somos unos supervivientes.
Supervivientes del día a día.
De nosotros mismos.

Y por ello deberíamos brindar


Y gritar que hasta aquí aún no ha llegado nadie.

-Por que llegar lejos, es solo, cuestión de tiempo
y tenemos todo el tiempo del mundo-

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